b_madameMe gusta cada cierto tiempo retomar a los clásicos porque así uno tiene garantía de éxito en la lectura. En esta ocasión aproveché que lo íbamos a comentar en el Club de lectura de mi pueblo y me apeteció mucho releer Madame Bovary, una lectura que me había impresionado mucho cuando lo leí en mi adolescencia. Es curioso porque mis percepciones del personaje principal Emma han variado con la edad y seguramente si lo leo dentro de veinte años a lo mejor lo veo también de todo modo.

Da miedo hacer una crítica de un clásico tan comentado como este por eso como siempre me centraré en mi visión personal.

El libro te atrapa desde el principio mientras presenta los personajes y sus preocupaciones y sus formas de vida. Las descripciones de los personajes y los detalles son  muy elaboradas y uno se imagina perfectamente cada una  de las situaciones.  En algunos momentos los objetos parecen cobrar vida.

“Los adornos de encajes, los broches de diamantes, las pulseras de medallón temblaban en los corpiños, relucían en los pechos, tintineaban en los brazos desnudos.”(Pág. 55)

El libro precursor del realismo y de la novela moderna trata de romper con los romanticísmos empalagosos y en cierto modo hace lo que Cervantes hizo con El Quijote  mostrando las consecuencias de las lecturas de caballería. Flaubert con esta obra critica las consecuencias de las lecturas románticas en las mujeres creando una novela realista y romántica a la vez.

Emma un joven hermosa y bien educada en un colegio religioso, se casa con un médico de provincias por huir de su vida rural creyendo que así escapará de la monotonía y encontrará su amor apasionado. La imposibilidad de amar y admirar a su marido la provoca una insatisfacción en su vida que la incitará a desear vivir experiencias intensas a través de la infidelidad. Vemos en la evolución del personaje los diferentes sentimientos experimentados ante la atracción que siente inicialmente por León, un joven conocido de la familia. Su deseo de evitar la tentación la llevara a interesarse por la religión, su embarazo o simplemente dejarse llevar por la apatía o la depresión.

Es una novela que refleja muy claramente las pocas opciones de buscar su felicidad que tenían las mujeres de la época. Incluso queda patente en la decepción de Emma al tener una niña y no un hijo cómo ella deseaba.

“Ella deseaba un hijo; sería fuerte y moreno, le llamaría Jorge; y esta idea de tener un hijo varón era como la revancha esperada de todas sus impotencias pasadas. Un hombre, al menos, es libre; puede recorrer las pasiones y los países, atravesar los obstáculos, gustar los placeres más lejanos. Pero a una mujer esto le está continuamente vedado. Fuerte y flexible a la vez, tiene en contra de sí las molicies de la carne con las dependencias de la ley. Su voluntad, como el velo de su sombrero sujeto por un cordón, palpita a todos los vientos; siempre hay algún deseo que arrastra, pero alguna conveniencia social que retiene.

Dio a luz un domingo, hacia las seis, al salir el sol.

–¡Es una niña! – dijo Carlos.

Emma volvió la cabeza y se desmayó.” (Pag. 235)

Con su rechazo, aparta a León y la angustia de haber perdido esa posibilidad de encontrar el amor la hace caer directamente en las manos de Rodolfo, un galán picaflor que no puede corresponder a la intensidad de su amor.

Me llamaron la atención los pensamientos de este personaje justo antes de escribir la carta con la que romperá con Emma y que reflejan perfectamente su tedio ante el amor.

«Vagando así entre sus recuerdos, examinaba la letra y el estilo de las cartas, tan variadas como sus ortografías. Eran tiernas o joviales, chistosas, melancólicas; las había que pedían amor y otras que pedían dinero. A propósito de una palabra, recordaba caras, ciertos gestos, un tono de voz; algunas veces, sin embargo, no recordaba nada.

En efecto, aquellas mujeres, que acudían a la vez a su pensamiento, se estorbaban las unas a las otras y se empequeñecían, como bajo un mismo nivel de amor que las igualaba. Cogiendo, pues, a puñados las cartas mezcladas, se divirtió durante unos minutos dejándolas caer en cascadas, de la mano derecha a la mano izquierda. Finalmente, aburrido, cansado, Rodolfo fue a colocar de nuevo la caja en el armario diciéndose:

–¡Qué cantidad de cuentos!

Lo cual resumía su opinión; porque los placeres como escolares en el patio de un colegio, habían pisoteado de tal modo su corazón, que en él no crecía nada tierno, y lo que pasaba por allí, más distraído que los niños, ni siquiera dejaba, como ellos, su nombre grabado en la pared.»

Ella se entrega en esa relación sin medida perdiendo la perspectiva de su familia y empeñándose en gastos superfluos. Cuando se ve abandonada por Rodolfo no tiene fuerzas para volver a la vida y únicamente un encuentro fortuito con León su antiguo romance la hace recuperarse y sumergirse en una amor loco e impetuoso que no admite errores ni desencantos.

«Acababa de salir desesperada. Ahora lo detestaba. Aquella falta a la cita le parecía un ultraje y buscaba otras razones para despegarse de él; era incapaz de heroísmo, débil, trivial, más blando que una mujer, además de avaro y pusilánime.

Luego, calmándose, acabó por descubrir que tal vez lo había calumniado. Pero la denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aleja de ellas un poco. No hay que tocar a los ídolos; su dorado se nos queda en las manos.» (Pag 334)

Impresionante cómo se van desarrollando los acontecimientos y con ellos los personajes mientras ella se va enredando más y más la soga al cuello a costa de perseguir la felicidad se le escapa entre los dedos.

«Se conocían demasiado para gozar de aquellos embelesos de la posesión que centuplican su gozo. Ella estaba tan hastiada de él como él cansado de ella. Emma volvía a encontrar en el adulterio todas las soserías del matrimonio.

Pero ¿cómo poder desprenderse de él? Por otra parte, por más que se sintiese humillada por la bajeza de tal felicidad, se agarraba a ella por costumbre o por corrupción; y cada día se enviciaba más, agotando toda felicidad a fuerza de quererla demasiado grande. Acusaba a León de sus esperanzas decepcionadas, como si la hubiese traicionado; y hasta deseaba una catástrofe que le obligase a la separación, puesto que no tenía el valor de decidirse a romper.» (Pag 345)

Lo mejor del libro es como se describen perfectamente todos los personajes de la novela. Perfiles de una sociedad provinciana preocupados por prosperar y el qué dirán.

En el club de lectura el personaje de Emma fue duramente criticado por su superficialidad, cobardía y egoísmo y sin embargo a mi me parece que de toda la novela es el único personaje que se implica en tratar de alcanzar su felicidad  y en tratar de cambiar las cosas que no le gustan de su vida. Me parece el más sincero consigo mismo y vital de todos. Si bien es atolondrada y no sopesa bien las consecuencias de su actos, creo que afronta sus decisiones con valentía y optando por vivir la vida con intensidad, tratando de huir de la mediocridad y la monotonía. Y quién no ha experimentado alguna vez ese sentimiento de insatisfacción vital que hace que nos identifiquemos con ella en cierto modo.

Es un libro que yo recomiendo leer a todo el mundo. Entretenido y profundo en muchas de las reflexiones que pone en boca de sus personajes y que refleja muy claramente la forma de vida de una época pero que sin embargo se mantiene en constante actualidad. Una novela psicológica que plantea  temas tan profundos como la insatisfacción, el adulterio, el amor, el sentimiento de culpa, la usura, la hipocresía social, la depresión o el suicidio.