Unamuno escribió este libro en 1907 pero no se publicó hasta 1914. Por su espíritu contestatario y rebelde, sufrió el rechazo de la crítica literaria del país, sin embargo, se ganó el favor del público y fue la novela de más éxito del escritor, traducida a 23 idiomas, por su manera directa y ágil de contar la historia.

Plasma a través los personajes  ideas de gran profundidad pero comprensibles para todo el mundo. Una novela tragicómica  con una gran carga filosófica  y que trata problemas universales de la humanidad de forma amena, sencilla y con gran sentido del humor.  Preocupaciones como el miedo a la muerte, la inmortalidad, la realidad y el sueño, la autodeterminación, el amor… que todos nos hemos planteado alguna vez en la vida.

Para mi fue un libro mágico en mi juventud. Lo leí con 15 años, en una época en la que estaba muy preocupada por la muerte y la “levedad del ser”, y sentí con gran emoción que Unamuno convertía en palabras mis propios sentimientos, haciéndome llorar ante la indefensión del protagonista Augusto Pérez y todas las cosas que le suceden.  Al releerlo 25 años después sigue manteniendo su vigencia e impacto. Es una obra increíble, con un ritmo ágil que te arrastra por la historia con facilidad.

En cuanto a su estructura, arrancamos con un prólogo que es impresionante e ingenioso, donde el escritor  aprovecha para poner en boca de un personaje muchas de sus ideas estéticas y políticas con gran ironía y humor, para luego en el post-prólogo rebatirle algún argumento.

En la reedición de 1935 se añade una historia de la novela muy interesante, donde el propio Don Miguel de Unamuno reflexiona sobre su impacto y sensaciones años después. Esta sección yo la leería al final porque  desvela parte de la trama al comentarla. Luego comienza la novela  que es de lo mejor que leído  y termina con un divertido epílogo perruno.

Con Niebla el escritor reinventa el género convirtiéndolo en una nivola en la que se permite cuestionar todas las normas de la narrativa de la época. Sin ubicación espacial ni temporal, rompe incluso con la invisibilidad del autor que se convierte en un personaje de la novela; y la realidad y la ficción se funden hasta que nos preguntamos si somos reales, fruto de un sueño, o nos sueñan los demás…

Pondría aquí la famosa conversación del protagonista con el escritor del final de la novela pero cómo fue la parte que a mi más me gustó y sorprendió, prefiero no sacarla de contexto y que si alguien la va a leer lo descubra por si mismo.

Rescato en cambio una defensa que hace de la ortografía fonética, uno de los personajes más fascinantes de la novela, Don Fermín, y que es muy de actualidad con la polémica escritura de los SMS.

Don Fermín llamó luego aparte a Augusto, para decirle:

–Se me había olvidado decirle que cuando escriba a Eugenia lo haga escribiendo su nombre con jota y no con ge, Eujenia, y del Arco con ka: Eujenia Domingo del Arko.

–Y ¿por qué?

–Porque hasta que no llegue el día feliz en que el esperanto sea la única lengua, ¡una sola para toda la humanidad!, hay que escribir el castellano con ortografía fonética. ¡Nada de ces!, ¡guerra a la ce! Za, ze, zi, zo, zu con zeta, y ka, ke, ki, ko, ku con ka. ¡Y fuera las haches! ¡La hache es el absurdo, la reacción, la autoridad, la edad media, el retroceso! ¡Guerra a la hache!

–¿De modo que es usted foneticista también?

–¿También?, ¿por qué también?

–Por lo de anarquista y esperantista…

–Todo es uno, señor, todo es uno. Anarquismo, esperantismo, espiritismo, vegetarianismo, foneticismo… ¡todo es uno! ¡Guérra a la autoridad!, ¡guerra a la división de lenguas!, ¡guerra a la vil materia y a la muerte!, ¡guerra a la carne!, ¡guerra a la hache! ¡Adiós!

Sin palabras se queda uno después de esto. Jajajaj

La novela se escribe fundamentalmente en forma de diálogos y monólogos con lo que la sensación de la lectura es muy animada como comentan los personajes con bastante ironía en este párrafo hablando de la novela de uno de ellos.

–Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes hablen, que hablen mucho, aunque no digan nada.

–Eso te lo habrá insinuado Elena, ¿eh?

–¿Por qué?

–Porque una vez que me pidió una novela para matar el tiempo, recuerdo que me dijo que tuviese mucho diálogo y muy cortado.

–Sí, cuando en una que lee se encuentra con largas descripciones, sermones o relatos, los salta diciendo: ¡paja!, ¡paja!, ¡paja! Para ella sólo el diálogo no es paja. Y ya ves tú, puede muy bien repartirse un sermón en un diálogo…

–¿Y por qué será esto?…

–Pues porque a la gente le gusta la conversación por la conversación misma, aunque no diga nada. Hay quien no resiste un discurso de media hora y se está tres horas charlando en un café. Es el encanto de la conversación, de hablar por hablar, del hablar roto a interrumpido.

Me encantaría resaltar muchas de las conversaciones de los personajes porque son espléndidas pero yo creo que con lo que he puesto os podéis hacer a la idea del tono y no desvelo mucho de la trama, que es una intriga amorosa y existencialista muy interesante.

Este libro lo puedes leer una y mil veces y siempre te sorprenderá su frescura y modernidad. Uno de mis favoritos con diferencia. Además es un libro breve que se lee con facilidad por lo que esta al alcance de cualquier aficionado a la lectura. Puede haber algún monólogo que le resulte a alguien pesado, pero merece la pena por el meollo de lo que trata y ninguno es excesivamente largo.

Si no lo habéis leído debéis hacerlo no os defraudará.