«Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós es una novela genial que no ha perdido actualidad y muestra con humor y realismo la España de finales del siglo XIX. He disfrutado mucho con su lectura sobre todo al reconocer el Madrid donde vivo y muchos de sus giros del lenguaje castizo.»
Reconozco que no me hubiera planteado leer esta novela si no fuera porque era una de las lecturas propuestas del club de lectura en el que participo. Es una de las muchas cosas que le tengo que agradecer además de los buenos momentos que siempre paso comentando las novelas que leemos.
Perez Galdós era mi gran desconocido, un poco por pereza otro porque no me había animado con él y con esta novela me ha conquistado. He devorado con gusto sus más de 900 páginas y si he tardado en poner la reseña ha sido por falta de tiempo, ya que vivo últimamente desbordada de trabajo.
Pero por fin he encontrado el momento para comentar esta lectura que, ya os adelanto me ha encantado. Tiene un poco de todo, descripciones realistas y costumbristas del Madrid de finales del siglo XIX , un elaborado tratamiento de los personajes que son abundantes y variopintos. Y una trama entretenida y folletinesca con buenas reflexiones sobre la vida y las relaciones humanas que hacen que siempre sea de actualidad.
Me ha gustado mucho sobre todo el sentido del humor que destila toda la novela. Cada comentario sobre los personajes o descripciones de situaciones tienen un toque castizo y divertido que hace que leamos la obra con una media sonrisa. Eso unido a que se presiente un gran drama entre los personajes con varios triángulos amorosos que alternan los personajes según las distintas partes de la novela hace que sigamos la trama con mucho interés.
Me hizo gracia este párrafo para describir la multitud de hermanas de Jacinta y su madre cuando salían de paseo. Pero es sólo un ejemplo de la cantidad de divertidas descripciones que encontramos en el libro.
«Los domingos, cuando su mamá las sacaba a paseo, en larga procesión, iban tan bien apañaditas que daba gusto verlas. Al ir a misa, desfilaban entre la admiración de los fieles; porque conviene apuntar que eran muy monas. Desde las dos mayores que eran ya mujeres, hasta la última, que era una miniaturita, formaban un rebaño interesantísimo que llamaba la atención por el número y la escala gradual de las tallas. Los conocidos que las veían entrar, decían: «ya está ahí doña Isabel con el muestrario». La madre, peinada con la mayor sencillez, sin ningún adorno, flácida, pecosa y desprovista ya de todo atractivo personal que no fuera la respetabilidad, pastoreaba aquel rebaño, llevándolo por delante como los paveros en Navidad.»
Tenemos un Don Juan por supuesto un hombre vividor y consentido que con el apodo del «Delfín» cree que el mundo está puesto para darle placer sin importarle los sentimientos de las personas que le rodean y tenemos a dos mujeres a quienes marca la vida. Este personaje será el detonante de las pasiones pero la fuerza de la novela reside en los personajes femeninos que son todos muy fuertes y característicos. Hablo ahora de las dos mujeres más importantes pero la novela está plagada de mujeres interesantes tratadas con mayor o mejor profundidad pero siempre con cariño.
Fortunata la joven humilde a la que Juanito deslumbra con su posición, apostura y sus promesas de matrimonio y a la que abandona a su destino, nada afortunado con cuyo nombre Galdós hace un juego de palabras, Fortunata que es desgraciada a pesar de sus dones. Seguiremos las vicisitudes de la vida de Fortunata, una mujer intensa, bella y salvaje que representa la pasión del amor, el desenfreno pero tambien la fuerza y fe en el amor sin fronteras a costa incluso de su propia vida y felicidad. Un personaje impetuoso y considerado pecador por la sociedad que sin embargo Galdós presenta con simpatía y sin juzgarlo. Un prototipo de la mujer de mala vida pero buen corazón.
Por contra Jacínta, es la esposa abnegada que sufre las infidelidades de su marido con paciencia y anhela ser madre por encima de todo. Generosa ese entrega a la caridad para dar un sentido a su vida vacía y representa la otra imagen prototípica de la mujer. La devoción, la decencia y sin embargo también la infelicidad por su imposibilidad de ser madre. La «mona de dios» la llaman en la novela, una santa que sin embargo no desempeña el papel más transcendente de la novela pero a la que también llegamos a enteder.
Se plantea esa dualidad enter la mujer buena y la apasionada e intensa. Se analiza la inconstancia del corazón humano que siempre desea aquello que no puede tener. Unos conflictos tan viejos cómo el mundo pero que por ello siguen vigentes. La infidelidad, la atracción de lo prohibido, la aspiración de la decencia y aceptación social. La fragilidad de la honra de la mujer en una sociedad hipócrita. El peso de la religion en esa sociedad, la beatería y la fe redentora de todos los pecados. El amor filial y sobre todo como el amor trastorna a las personas como somos capaces de la entrega total a cambio de unos pedazos de atención del ser amado. En la novela se tratan las mil formas en las que se presenta el amor, entre madres e hijos, el no correspondido, el amor desinteresado, los pequeños amores y aunque se traten muchos temas en la obra esta demuestra que es el amor el que mueve las relaciones humanas.
En la narración queda perfectamente reflejada la sociedad de la época en todos sus estratos, dibujada con pinceladas certeras y aunque duras, siempre amables de algún modo con los personajes que son fruto de sus circunstancias. Es lo que más me ha impactado de la obra. El autor no se posiciona a favor ni en contra, más bien es cuidadoso con sus hijos y no hay ningún personaje que sea del todo desagradable. Todos tienen sus cosas buenas y entrañables de modo que Galdós consigue que nos sintamos atraídos por todos ellos en algún momento.
Me han encantado las descripciones, lejos de resultarme pesadas como en otros casos de lecturas realistas recientes como «Los Buddenbrock«. Me parece que Galdós conecta con nosotros a través de ese costumbrismo y humor que nos traslada a los patios de las casas humildes donde se puede oler la miseria, o la religiosidad del convento donde sentimos todas las aventuras que allí suceden pero siempre tamizado por ese humor e irónia tan castiza que consigue sacar algo bueno de las peores situaciones.
Queda además perfectamente reflejado el ambiente político de la España de la época, un periodo inestable donde ya se muestra el excepticismo español ante nuestros políticos, las tertulias en los cafés donde todos quieren arreglar el mundo y esa desesperanza que sentimos ante la idea de que las cosas puedan mejorar. Parece mentira que más de un siglo después sigamos sufriendo los mismos problemas tan instalados en nuestra clase política, la prevaricación, el enchufismo y el oportunismo centrado en intereses personales. No importa cambiar de bando siempre que uno consiga su puestecito en la administración.
Hablando de esto, Feijoo y Rubín achacaban la relajación de los caracteres a los desengaños. «Yo -decía Feijoo-, soy progresista desengañado, y usted tradicionalista arrepentido. Tenemos algo de común: el creer que todo esto es una comedia y que sólo se trata de saber a quién le toca mamar y a quién no».
Ese carácter pícaro de la sociedad española se plasma no solo a nivel político sino también a nivel social en cómo lo que en un momento dado puede ser censurable en otras circunstancias puede no serlo tanto. Todos estos temas se tratan por medio de los pensamientos y palabras de los personajes que en cierto modo son filósofos de su propia vida. Genial este párrafo sobre la infidelidad de D. Evaristo, que es un personaje maravilloso de la novela .
«Hablando de esto, se animaba llegando hasta la elocuencia. «Porque mira tú, chulita, no predico yo la hipocresía. En cierta clase de faltas, la dignidad consiste en no cometerlas. No transijo, pues, con nada que sea apropiarse lo ajeno, ni con mentiras que dañan al honor del prójimo, ni con nada que sea vil y cobarde; tampoco transijo con menospreciar la disciplina militar: en esto soy muy severo; pero en todo aquello que se relaciona con el amor, la dignidad consiste en guardar el decoro… porque no me entra ni me ha entrado nunca en la cabeza que sea pecado, ni delito, ni siquiera falta, ningún hecho derivado del amor verdadero. Por eso no me he querido casar… Claro, es preciso contener algo a la gente y asustar a los viciosos; por eso se hicieron diez mandamientos en vez de ocho, que son los legítimos; los otros dos no me entran a mí. ¡Ah!, chulita, dirás que yo tengo la moral muy rara. La verdad, si me dicen que Fulano hizo un robo, o que mató o calumnió o armó cualquier gatería, me indigno, y si le cogiera, créelo, le ahogaría; pero vienen y me cuentan que tal mujer le faltó a su marido, que tal niña se fugó de la casa paterna con el novio, y me quedo tan fresco. Verdad que por el decoro debido a la sociedad, hago que me espanto, y digo: «¡Qué barbaridad, hombre, qué barbaridad!». Pero en mi interior me río y digo: «ande el mundo y crezca la especie, que para eso estamos…».»
Es un libro donde uno no para de subrayar e incluso de conocer palabras nuevas, y reconocer expresiones del lenguaje coloquial que siguen usándose. Por ejemplo me sorprendo leer «que viene el tio Paco con las rebajas» pues yo pensaba que el Paco de ese dicho era Franco y resulta que ya se usaba la frase años antes de su aparición es escena. También me ha gustado conocer la evolución de la palabra hortera que ahora se usa como descalificativo y en el libro define una profesión, los comerciantes de telas. Muy curioso todo. Descubrir tras los pasos de los personajes el Madrid antiguo y callejear por las calles que reconocemos, la cava baja, la calle Pontejos, etc. Llegué a buscar en el mapa el convento de las Micaelas que estaba en el barrio de Tetuán que era las afueras de la ciudad quedando ahora en el centro mismo. Hay incluso una entrada muy interesante en Google Maps para el Madrid de Fortunata y Jacinta.
En fin que he disfrutado de cada una de sus más de 900 páginas y es el libro con el que estrenaré la sección de recomendados de este año ya que es el único de todos los que he leído en estos meses que recomendaría.
Esta lectura me ha abierto los ojos a Galdós y seguramente lea más de este escritor justamente considerado una de las mejores plumas de nuestra literatura.
Había subrayado montones de fragmentos del libro, todos ellos geniales pero se me ha roto el ebook y no puedo recordarlas todas pero creo que con los que he recordado os podéis hacer a al idea de que nos encontramos ante una obra maestra con mucho sentido del humor.